Nunca me gustó acceder a la intimidad ajena. Siento como si me adentrara en un recinto sagrado que podría ser vulnerado. Estoy convencido de que la intimidad es el espacio real de libertad del individuo. Nuestra última defensa contra la sociedad, quizá la esencia de nuestra individualidad, ajena a la convención pública y lejos de nuestra dimensión política y social. Señalo esto a modo de disculpa adelantada sobre el escrito que tiene usted en sus manos.
Me gustan mucho los libros. Son una parte fundamental de mi vida. Me gusta el objeto y su confección, y la relación que este establece con el contenido. Y me gustan las librerías. Es uno de mis pasatiempos favoritos en las ciudades, ocupar el tiempo muerto merodeando por los pasillos perfumados con ese singular olor a tinta y gasolina. Me gustan los libros recién salidos de las máquinas, y los que ya han tenido una vida en sus páginas, algunos bien magreados por múltiples manos. Librerías de viejo, donde huele a polvo y ácaros, en las que se pueden encontrar toneladas de papel añejo y posiblemente algún tesoro escondido. En una de esas librerías comienza la historia de este libro.
Tras un paseo matutino por el Soho londinense un sábado gris de otoño –¡menuda redundancia en esta ciudad!–, me adentro en una roñosa y húmeda librería situada en un estrecho callejón cerca de Old Compton St., en la que tras un primer vistazo puedo ver algunos ejemplares de Sherlock Holmes no muy interesantes, varias revistas de patronaje de sastrería de las que me llevo todos los números, poesía mal editada de los años 60, y sobre todo noveluchas variadas. Cosas de rastro sin demasiado interés.
Antes de irme, cerca del mostrador donde se escondía el librero parapetado tras varias montañas de publicaciones diversas, veo una caja entreabierta de la que asoma lo que me parece reconocer como la portada del primer LP de Siouxsie and the Banshees, The Scream (1978), esa enigmática y sugerente imagen subacuática en la que resplandecen ciertas partes deformadas de cuerpos.
Me acerco y pregunto al viejo si puedo mirar dentro de la caja. Me dice que aún no tiene ese lote clasificado y no le ha dado tiempo a revisarlo. Insisto y a regañadientes me permite curiosear pero sin desordenar demasiado. La abro y puedo ver, en primer lugar, que no había casi libros, varias publicaciones de bolsillo: Las flores del mal de Baudelaire, La metamorfosis de Kafka, El cuervo y otros poemas de Poe, una edición bilingüe llena de anotaciones y subrayados de Una temporada en el infierno de Rimbaud, con dibujos a bolígrafo en casi todas las páginas, y poco más. También vi tres discos con sus estuches de cartón destrozados: el ya comentado de Siouxsie, el primero de Joy Division, Unknonw Pleasures (1979), joya hipnótica y depresiva, y el único disco largo de la banda más nauseabunda, “la antítesis de la humanidad” –según el concejal londinense Bernard Brook– de la segunda mitad de la década de los 70: Never Mind the Bollock, Here’s the Sex Pistols (1977).
(Comienzo de CARTAS ANTES DE LA DERROTA)
cartas antes de la derrota
10 €
Páginas: 160
Tamaño: 20x12 cm
Encuadernación: rústica con solapas en cartulina Cromolux brillante con tipos troquelados
2022
Colección Escritos del Cuervo, BlackRaven Freethinking. 150 ejemplares
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Con Cartas antes de la derrota Jaime García nos propone una mirada a la sociedad de nuestro último medio siglo a través de retazos de la vida de un joven punk y de un viejo flamenco. Un punto de vista nada condescendiente con las generaciones nacidas tras el 68, sus antecedentes y la configuración de su futuro, un porvenir construido sobre una confusa estructura de pensamiento posmoderno. Con este libro, que se mueve entre la crónica y el ensayo, JG nos enfrenta, mediante una visión iconoclasta y desprejuiciada, a los intocables mitos de la cultura contemporánea occidental. Un libro que resulta ser una estupenda lectura para espíritus poco autocomplacientes. (BRF, Escritos del Cuervo)