Este domingo de agosto voy a recuperar un proyecto muy querido por mí. Una de mis incursiones en la arquitectura. Se trata de una vivienda y estudio para una diseñadora de interiores y un artista, realizado -hace casi ya veinte años- en 2004.
Este proyecto se concibió como un ejercicio de arquitectura mínima. Aunque en un principio los espacios eran realmente esenciales, la ubicación final del edificio permitió -por ordenanza- una algo más generosa expansión proporcional de las dimensiones, aunque esto no modificó la primigenia intención de esencialidad: formas básicas, aprovechamiento total del espacio, áreas abiertas sin ningún cerramiento –excepto los baños- y entrada de luz por todas las orientaciones, lo que posibilitaría un disfrute panorámico del espectacular exterior y una sensación de contacto íntimo con la Sierra de las Nieves y el Mediterráneo, todo engarzado como una pieza de orfebrería. Un lugar privilegiado para la creación.