En estos tiempos de “nueva excepcionalidad” hay un gesto que se ha vuelto primordial en nuestra rutina diaria.
Esta semana voy a comentar un par de obras de mi catálogo. Poco a poco voy organizando tanto esta web, y sus diferentes apartados, así como el archivo físico. Ya he publicado el grueso de mi trabajo bajo la clasificación establecida en la exposición “Cierto horizonte” del año 19. Cinco son las etapas fijadas: 1/La razón del número, 2/Trazando mapas, 3/El espacio ocupado, 4/Hacia el conflicto y 5/El hecho como objeto. Además de estos proyectos principales, hay una serie de obras que no encajan en ninguno de estos momentos y que las iré publicando en otra sección independiente. Las dos primeras que voy a publicar (aunque no sean cronológicamente las primeras) son dos obras audiovisuales que, aunque están realizadas en distinto tiempo y con distintas intenciones, finalmente forman un díptico, por su temática y su propuesta formal. Son “Lavarse las manos” y “Noche en Betania” y juntas podrían llamarse “Lavatorium” (o Díptico de la ablución).
“Lavarse las manos” es un pequeño audiovisual realizado en 2013 cuando trabajaba sobre algunas ideas que relacionaban el movimiento, el cuerpo y el espacio con una serie de objetos y usos cotidianos que me parecen han generado una coreografía vital, pequeñas piezas de danza realizadas en la cotidianidad de nuestra relación con el entorno creado. Lavarse las manos tiene muchas connotaciones culturales y simbólicas, la más conocida es la expresión con la que Poncio Pilato, prefecto de la provincia romana de Judea entre los años 26 y el 36, se quiso desentender del devenir de Jesucristo. También tiene connotaciones de purificación religiosa en el catolicismo, el islam o el sintoísmo, y sobre todo desde el punto de la higiene desde el siglo XIX, extrema en el ámbito médico-cirujano, desde que en 1847, el médico húngaro Ignaz Semmelweis demostró que esta práctica, literalmente, salvaba a muchas personas de la muerte.
Lo que pretendí fue intentar llevar este hecho al plano del “puro movimiento”, intentando eliminar cualquier tipo de simbolismo, y que descontextualizado se planteara en un estricto plano formal. Creo que mirando los hechos de otra manera, somos capaces de alejarnos de lo vulgar y cotidiano para poder intuir el aura de las cosas. Me parece que el arte es básicamente eso.
LAVARSE LAS MANOS, 2013. Audiovisulal, 12’37’’ (Fragmento)
La otra parte del díptico es la obra audiovisual “Noche en Betania”. Esta se ciñe más a la literalidad del episodio bíblico. El Evangelio de Juan nos cuenta como tras la muerte de Lázaro Jesús va a Betania a visitar a la familia y conmovido por la súplica de su hermana María, hizo que este resucitara. Después Jesús fue invitado a cenar y “María, tomó una libra de perfume muy caro, hecho de nardo puro. Le ungió los pies y se los secó con sus cabellos, mientras la casa se llenaba del olor del perfume” (Ju, 12:3). Hay algunas dudas de quién es esta María de Betania, pero el catolicismo cerró la controversia a partir de la homilía del Papa Gregorio el Magno en 591 d. de C. en la que identifica a la María de Betania con la “pecadora” que según Lucas (7:37-38) en Galilea “tomó un frasco de perfume, se colocó detrás de Jesús, a sus pies, y se puso a llorar. Sus lágrimas empezaron a regar los pies de Jesús y ella trató de secárselas con sus cabellos. Luego besaba los pies y derramaba sobre ellos el perfume”. Esta “pecadora” es María Magdalena. Las dos citas de estos evangelistas es de una sensualidad extraordinaria. De una carnalidad que transciende el hecho.
Así como en la primera obra me interesaba “la coreografía” y la forma en movimiento, en esta, el interés está en la confrontación del encuentro, en la piel y su contacto. Creo que son dos aspectos fundamentales que ha desarrollado el arte visual, especialmente en los siglos XVI y XVII y que siempre me han parecido fascinantes.
NOCHE EN BETANIA, 2015. Audiovisual, 9’ (fragmento)