Organizar un archivo tiene algo de arqueología. Hay que ir accediendo a las distintas estratigrafías de material de una misma época, ordenarlo para que tenga coherencia y después hacer una interpretación lo más ajustada posible a la realidad. Un estudio es un lugar de acumulación en el que algunas veces hay que intervenir con pala retroexcavadora y otras con pinzas, y en esa tarea, como en los buenos yacimientos, no se llega nunca a terminar. Por otro lado, los nuevos archivos digitales son una especie de laberinto, en el que casi nunca tenemos el hilo de Ariadna para poder orientarnos. Una sucesión de puertas que unas veces nos llevan a ninguna parte, otras al punto de partida y casi siempre tienes la sensación de haber pasado por ese sitio ya. Cuando por fin logras llegar a algún lado, este es una escombrera donde se amontonan, por ejemplo, esquemas visuales de alguna obra, pistas de sonido grabadas con un formato desfasado, y las fotos de la comida de Navidad con tu familia. En fin, una tarea absorbente en la que conviene tener mucha paciencia. Aun así, ya he avanzado bastante hacia el objetivo que me propuse en el 18 de ordenar, clasificar y catalogar mi trabajo.
Pues ando revisando las obras que quedan fuera de los 5 bloques principales en los que he organizado mi catálogo (ver Proyectos), o que pueden entenderse independientemente como separatas. La mayoría son pequeñas piezas audiovisuales, colecciones de dibujos o diversas rarezas…
En esta hoja de este cuaderno me gustaría hacer referencia a un “entretenimiento”, un “juego” de los primeros años de este siglo. En esa época andaba enredado, tras la disolución de JGARCÍA, en una serie de reflexiones que me ayudaran a entender ciertos aspectos relacionados con la naturaleza de lo que estaba desarrollando. Quería esclarecer que importancia tenía para mí, y porqué, el arte. ¡Menudo jardín!
Decepcionado con la academia imperante de ingeniería social y del arte como estrategia política a modo de pseudo-ciencia, en general decepcionado con el pensamiento que la soporta, necesitaba una nueva perspectiva. Para ello ideé una serie de iniciativas que con el nombre “ACCIÓN/REFLEXIÓN” me posibilitaran una práctica crítica.
Creo que compartirán conmigo, que en el siglo XX se produjo un gran desconcierto en nuestra relación con el arte. Seguro que alguna vez se habrán visto en la situación, algo incómoda, de no “entender” bien por qué esa “cosa/artefacto/documento” que observaban era catalogado como arte en galerías o museos. No se preocupen por reconocerlo, a todos nos ha pasado en alguna ocasión. Se podría decir que este desconcierto fue el resultado del gran terremoto producido por la irrupción de las vanguardias de principios de siglo. Es verdad que este momento, coincidente con la aparición de nuevos medios como el cine y una incipiente industria cultural, es un punto de inflexión, pero no es menos cierto que centrarlo en ese contexto únicamente sería una visión simplista y reduccionista. Se han ido produciendo distintos “terremotos” de más o menos intensidad a lo largo de los siglos de lo que podemos llamar “arte occidental”. Diríamos, simplificando también en exceso, que el pensamiento occidental ha evolucionado, a través de cambios de paradigma, mediante el análisis crítico. Eso, desde luego, también ha afectado a la teoría y práctica artística, planteándose una evolución por sucesivas rupturas, muy distinta a la evolución oriental basada principalmente en una continuidad en la maestría. Se podría decir que el arte occidental es una “construcción” intelectual y el oriental una realidad física. Simplificando mucho, claro.
Las distintas teorías artísticas y la Estética, como disciplina del pensamiento, han variado a lo largo de la historia siendo el reflejo de las diversas cosmovisiones generadas por el pensamiento, que han tenido la necesidad de explicar “eso que llamamos arte”. ¿Por qué es importante el arte? ¿Quién hace arte? ¿Por qué tiene prestigio y cómo influye en otras actividades? Y finalmente la pregunta: ¿Qué es realmente el arte?
Han habido muchos puntos de vista para responder a estas y otras preguntas que se nos plantean. Los ha habido desde la antigüedad, desde Platón y su “Belleza como Idea transcendente”, Aristóteles y la “mímesis” y la “catarsis”, el “arte como vestigio de lo Divino” en la Edad Media, la posterior creación como disciplina autónoma de la Estética en Kant y su “crítica al juicio”, El “Genio y la Inspiración” de Hegel, Benjamin y el “arte posaurático”, la “estetización general de la existencia” de Vattimo, hasta llegar a la “muerte del arte” de Danto…
Pues la intención de esta entrada es la de proponerles un pequeño juego que quedó hace unos lustros en una de esas carpetas perdidas en el laberinto de puertas de mi disco duro, y que no llegué a plantearlo en su momento por eso de que unas cosas tapan a otras y así, hasta que al final desaparecen sepultadas. Lo acabo de recuperar ahora en una de mis excavaciones y creo que, aunque no es la manera en que estaba previsto, sí puede ser una forma tranquila y agradable de verlo. La idea es la siguiente: a continuación hay 100 imágenes que se abrirán al pincharlas, y con las que se plantea la siguiente pregunta ¿Es arte, SÍ o NO? Las fotos no se acompañan de ningún crédito, para que ni el autor ni ningún otro dato puedan influir. Son imágenes de procedencia diversa, y aunque esta condicionalidad pueda parecer tramposa, por presentarse descontextualizadas, creo que es muy parecido a cómo se nos ofrecen en nuestro mundo contemporáneo y puede que sea uno de los motivos nuestro desconcierto. Una vez terminado el recorrido fotográfico, podrán ver los créditos para contrastarlos con su percepción. Si se animan a “jugar” le aconsejo que cojan un papel y un lápiz y vaya anotado SÍ o NO a cada número que vaya viendo.
Adelante:
(si está interesando en este juego, ruego se ponga en contacto conmigo por correo-e)
No sé si habrán sacado alguna conclusión o si el desconcierto es aún mayor. Al menos espero que hayan pasado un rato entretenido.
Yo tampoco tengo muy claro cuál es la naturaleza del arte. Sí creo que tiene dos parcelas que, aunque son comunicantes, pueden ser independientes. Una es la “creación artística” que se articula en torno a una serie de herramientas técnico-formales y conceptuales, y otra, la “experiencia artística”, que requiere de una sensibilidad propicia y un “objeto” desencadenante. La concordancia de estos dos requisitos nos puede dar muchas pistas acerca de cómo funciona.
En su necesidad de entender el medio, el ser humano ha ido desarrollando una serie de mecanismos que le han facilitado el conocimiento de la realidad. La filosofía y la ciencia se han ido afinando para llegar a ser las herramientas más poderosas para descifrarla, pero hay algunas parcelas de esta que solo se pueden asimilar desde otros puntos de vista, por ejemplo, desde la religión, la mística y en algunos casos incluso la magia. De la misma manera, el arte, o la “experiencia artística” nos posibilita vías de acceso al conocimiento de ciertos aspectos de la realidad a través del “objeto artístico”, y lo paradójico, y creo que ahí es donde reside el desconcierto realmente, es que a ese conocimiento solo se puede llegar por este camino, y por eso, por más libros que leamos y aunque queramos destripar a este “objeto”, como a la rana en el laboratorio, no llegaremos a descifrar como al ver o escuchar ciertas obras, podemos llegar a comprender el mismísimo Universo. Sucede.