El 19 fue un año de mucho trabajo y dedicación para producir la muestra “Cierto horizonte”, organizar el estudio y plantear nuevos proyectos. Estuve tan inmerso en estas tareas que no me di cuenta de que hacía 100 años que se produjo un acontecimiento importantísimo para el devenir del arte y la arquitectura. En 1919 fue fundada en la ciudad alemana de Wiemar, la “Staatliche BAUHAUS”, la mítica escuela de arte. Hubiera sido una bonita excusa para haberle hecho un merecido homenaje, y me hubiera encantado. ¡Ya cien años! En los 80 aún resonaba su eco y era guía para muchos de nosotros en nuestra búsqueda de la “modernidad”.
Para JGARCÍA fue una de las más importantes referencias, algo legendario, y en mi estancia en Berlín en el 2003 por fin tuve la oportunidad de coger un tren y dirigirme a Dessau, donde se encuentra la famosa segunda sede de la Escuela, diseñada por su fundador y director (1925), el arquitecto Walter Gropius. Fue algo realmente emocionante, una visita llena de reverencial devoción.
(Segunda sede de la Bauhaus en Dessau. Antes y ahora)
Pues, aunque ya estamos a finales del 2020, me parece un buen momento para tener un recuerdo de esta escuela de arte, a través de una de las personalidades más interesantes y fundamental para definir el espíritu Bauhaus, y en una fecha oportuna, ya que, en el inminente mes de diciembre, se cumplen los cien años de la contratación por Gropius del artista Oskar Schlemmer para ser profesor “Maestro de forma”, en la primara sede de Weimar.
De todo el claustro de profesores siempre tuve debilidad por Schlemmer, que junto a Johannes Itten, fueron quienes comenzaron a dar forma a una nueva manera de enseñar arte. Aunque hoy en día se puede ver a la “nueva pedagogía” de la Bauhaus y a sus estrategias, como algo bien definido, claro y planificado, en realidad fue todo lo contrario. Hija de los convulsos tiempos de la Alemania de posguerra y enmarcada en la muy inestable y potencialmente explosiva República de Weimar, la escuela -que tuvo un tiempo de funcionamiento corto, 14 años- se fue definiendo a golpe de conflicto político/institucional y de debate de ideas y tensiones entre profesores y también con los alumnos. El manifiesto fundacional redactado por Gropius en abril del 19, lo que quiere transmitir es que había llegado el tiempo -tras el desastre de la reciente guerra que había dejado a Alemania en la ruina económica y moral y con necesidad de realizar profundos cambios- de acabar con la frontera entre artistas y artesanos, y que, con el “edificio como último fin de todo arte, entre todos se tendría que desear, concebir y crear el nuevo edificio futuro que constituiría todo en una última forma: arquitectura, escultura y pintura”. Para llevar a cabo ese fin, “como símbolo cristalino de una nueva fe” (diríase una religión laica ¿podríamos decir “masónica”?), Gropius llamó para su puesta en marcha a Lyonel Feininger, Gerhard Marcks y el citado anteriormente Johannes Itten. Los dos primeros, artistas expresionistas, muy alejados del lenguaje radical por el que se recuerda a la escuela, y el tercero un artista experimental con experiencia en el sistema educativo que fue el que realmente le dio el primer impulso pedagógico poniendo en marcha el mítico Curso Preliminar, cuyo objetivo era “el conocimiento y la evaluación correcta del medio individual de expresión” y la “liberación de las fuerzas creadoras en el estudiante”. En el siguiente año se unieron George Muche, Oskar Schlemmer y Paul Klee y posteriormente Wassily Kandinsky. Me quedo aquí. No quiero que esto parezca una mala clase de historia del arte. Pero es interesante saber el perfil de los profesores que pusieron en marcha la Bauhaus. Por un lado, tenemos a dos artistas expresionistas de cierto carácter figurativo y metodología tradicional (Feininger, Marcks). Por otro, dos pintores de un naciente abstraccionismo de vanguardia de índole “teosófica” (Klee, Kandinsky) y finalmente dos artistas polifacéticos experimentales y “metafísicos” (Itten, Schlemmer). En este ambiente de “espiritualidad” creativa arrancó la escuela. Nada que ver con el “racionalismo materialista” en el que terminó. Algunos de estos profesores continuaron en la etapa de Dessau y otros no por conflictos con otros profesores y grupos de alumnos sobre la dirección que tenía que tomar el centro, entre una visión transcendental e individual y otra funcional y colectivista (duro conflicto Gropius-Itten, que acabó con el despido de este último y la contratación de Laszlo Moholy-Nagy). Esta última estrategia ganó y la Bauhaus se convirtió en una escuela de producción arquitectónica al servicio del planeamiento.
(Manifiesto Bauhaus con la ilustración “Catedral” de Lyonel Feininger)
(Sellos de la Bauhaus. el primero del 19 por Johannes Auerbach y el de abajo de Schlemmer del 22)
Mi admiración por Oskar Schlemmer se cimentó a través de su trabajo en el teatro, el movimiento y la geometría. Él, que aunque era un artista de vanguardia que rechazaba la artesanía y las formas artísticas antiguas, tampoco entendía que el arte se tuviera que subordinar a la arquitectura como casa común. Él era un humanista y ponía al “hombre” (muy ajustado a una de las ideas que promovió Gropius: “Un hombre nuevo para una nueva sociedad”) en el centro: toda creación debería partir de él y tender hacia él. Aunque compartía la visión de una aplicación industrial de la práctica artística, pensaba que esa no era su verdadera esencia.
(Dibujos, pinturas, máscara -la chica de la silla Wassily de Breuer- y teatro de Schlemmer)
Magnífico pintor, era un apasionado del espacio, de su intervención y de la relación de este con el tiempo. Ya antes de entrar en la Bauhaus comenzó su investigación para un “nuevo” teatro. Un teatro que sirviera “a la necesidad metafísica del hombre, en tanto que establecer un mundo imaginario y lograr lo trascendental sobre la base de los racional”. Un “teatro de caracteres” que se diferencia del literario y del político. Desarrolló una serie de proyectos junto al músico Paul Hindemith, siendo el más conocido de ellos, y por el que es referencia en las artes escénicas, el “Triadisches Ballett”. Un teatro de la forma o como decía él “matemática danzante”. Desarrolló una composición espacial en movimiento en la que el vestuario, una serie de singulares estructuras geométricas, determinaba las posibilidades del movimiento de cada uno de los personajes.
(Ballet Triádico)
Estoy convencido de que Schlemmer y su obra “espacial” fue el resultado más genuino de la experiencia de la escuela alemana. Una verdadera renovación del lenguaje artístico, propiciado por nuevas tecnologías y medios, con el que se revolucionaba todas las categorías artísticas al uso: pintura, escultura, música, danza, sin caer en lo que él llamaba “nueva academia moderna” de artes aplicadas, dedicada al diseño de mobiliario, tejidos, cerámica, al servicio de la arquitectura como única vía creativa.
Como para JGARCÍA la Bauhaus fue fundamental, en el tercer número de la publicación “Inediciones” quisimos hacer un homenaje a Schlemmer y su Ballet Triádico. Conseguimos, gracias a la Filmoteca Alemana unas copias en VHS de la reconstrucción que realizó la coreógrafa Margarete Hastings en el año 70. Aunque nuestro objetivo era conseguir las imágenes de la filmación en cine de una de las puestas de escena en un festival de teatro por el propio grupo de la Bauhaus, que sabíamos se encontraba en el archivo alemán. Pero nunca pudimos verla. Quizá algún día. Hoy es muy accesible la visualización de la reconstrucción y en el Museo Reina Sofía hay una sala dedicada a la obra. Para el homenaje en nuestra publicación dedicada a los Números, contamos con Fredius Dardé, uno de los pioneros de la animación y arte 3D digital, para que nos ofreciera su visión de esta obra icónica.
(Reconstrucciones)
(Inediciones 3)
(“Aleph uno” de Fredius Dardé para Inedicion3es, 1999)
Ver Inedicion3es