Creo que uno de los grandes enigmas de la contemporaneidad es saber qué es un artista y qué lugar ocupa en la cadena “trófica” de la sociedad industrial.
Recuerdo, cuando tocaba la batería en diversos grupos, como colegas punkies o melenudos heavies reivindicaban a las instituciones públicas una serie de “privilegios” por el hecho de pertenecer al mundo de la “cultura”, aporreando tambores y haciendo ruido infernal con instrumentos electrificados. No tengo muy claro que hacer algo tan divertido tenga que tener ninguna recompensa, más allá de que otras personas quieran pasarlo bien contigo comprando tus discos, camisetas y sobre todo entradas a tus conciertos. No recuerdo bien mi opinión en ese momento, pero teniendo en cuenta que esa fue una etapa de mi vida de nihilismo ácrata, supongo que estaría a favor y/o en contra.
Más tarde, alejado ya de la “música” (nunca he entendido que a lo que hacíamos se le llamara música. Adoro a Sex Pistols, Black Flag o a The Cramps, por ejemplo, pero tengo muy claro que eso no es “Música”, es “Actitud” y los cacharros electrificados son las herramientas para evidenciarla), y ya decidido a dedicarme a esto del arte, en una etapa de mi vida que podríamos llamar marxista (usando el término como lo utilizan la mayoría de izquierdistas “fin de siglo”, es decir, sin tener ni idea de lo que quiere decir), es cuando empecé a definir lo que “debería” ser un artista (ya se sabe, los utopistas siempre categorizando). El artista tendría que ser un “diseñador”, y estar al servicio de la sociedad a través de los procesos industriales, para crear una nueva realidad. Desde luego algo radicalmente opuesto a esa visión estereotipada, romántica, trasnochada y pequeñoburguesa del “arte por el arte”. De estas cosas he hablado ya varias veces -debo de confesar que me produce cierto rubor-, y este no era el tema de este escrito. Hoy quiero hablar de la colaboración en los procesos artísticos. Al hilo de la reflexión sobre cuál es el papel del artista en la sociedad, si es que realmente tiene alguno definido, también sale a la luz la reflexión de cómo encaja el “individuo” artista en las relaciones sociales y cómo esa red de conexiones influye o determina su trabajo.
Comencé mi actividad profesional en el mundo del arte junto a mi gran amigo de estudios José García. Los dos encontramos una vía adecuada para organizar nuestro despiste vital, he de decir que el mío mucho mayor que el suyo. Y así fue como de 1993 a 2002 nos dedicamos a realizar todo tipo de proyectos en una carrera intensa de aprendizaje y adquisición de herramientas técnicas y conceptuales. Una época de muchísimo trabajo en la que creamos una serie de estrategias que nos permitieron una creación conjunta. Decidimos hacer todo por consenso tras un debate previo. Todo lo que realizáramos saldría de financiación propia, estableciendo prioridades a la hora de producir según los ingresos. Y tendríamos una sola voz y una firma conjunta. Tras un apasionante periodo de casi una década llegó un momento en que nos dimos cuenta de la dificultad para seguir planteando y realizando proyectos según este modelo. Conforme íbamos creciendo, las vías de pensamiento iban divergiendo y nuestros intereses e inquietudes alejándose.
En 2002, ya separados como grupo, desarrollamos nuestro último trabajo conjunto. El número 4 de INEDICIONES. Para realizarlo nos dividimos las tareas de una manera más convencional, él se encargaría de la edición de la parte escrita, un trabajo sobre el Tiempo visto a través de la obra y escritos del artista Joaquín Ivars, y yo me encargaría de la producción del proyecto sonoro que incluiría la publicación. Decidimos pedir la colaboración para la selección y la coordinación de los autores que participarían, al que en ese momento era el mayor agitador en el mundo de la música contemporánea en Granada, (co)fundador de la Asociación de Amigos de la Orquesta Ciudad de Granada. Aunque ya lo conocía de un proyecto anterior, fue en ese momento cuando empecé a trabajar con José Vallejo.
Pasada ya la etapa de realización “colectiva”, consciente de que era una vía muerta, comienzo en solitario mis investigaciones artísticas, y teniendo en cuenta que siempre he visto el arte como una posibilidad de acceso al conocimiento, empecé a concentrarme en el individuo como entidad creativa pensando en nuevas formas de colaboración. En realidad, siempre he sido un individualista (ya desde pequeño cuando me concentraba en mis juegos en solitario) con una posición particular con respecto a la realidad. Creo, qué le vamos a hacer, en el individuo y en su suficiencia para afrontar sus propias decisiones. Me gusta pensar en la sociedad como un conjunto de individuos con capacidades y responsabilidades para el pacto, y en la confluencia de energías para desarrollar proyectos. Veo a la sociedad como una rica ensalada, con gran variedad de texturas y sabores, llena de matices que hacen de cada bocado un disfrute y una sorpresa, aunque sea “conflictivo”, y no como un puré donde todo se ha difuminado y uniformado.
A partir de UN HILVÁN AL TIEMPO, y de una manera muy orgánica, José Vallejo y yo comenzamos una amistad enraizada en nuestra pasión por el arte. Empecé a mostrar más interés por la música como posibilidad para los nuevos proyectos. Mi primer tanteo fue con un encargo de Vallejo para una de sus grandes iniciativas (ACORDES, con tres ediciones -2005, 2015 y 2016- en las que ha reunido a muchos e interesantes artistas españoles), y a partir de ahí, casi todo lo que he propuesto está relacionado de una u otra manera con la música, planteando vías de encaje de la sonoridad en las artes plásticas. Creo que esto ha sido una de los más interesantes frutos de nuestra colaboración.
Admiro a José Vallejo. Me gusta admirar a mis amigos. Es muy estimulante, una especie de motor. He podido ver como, con una energía titánica y un desprendido esfuerzo, ha llegado a ser unos de los intelectuales más brillantes y genuinos de su generación. Algo que me produce gran orgullo. Es de esas personas que han superado el “determinismo” social, y que mediante la pasión y una gran curiosidad, además de una poderosa inteligencia abstracta y práctica, ha podido dirigir su destino donde deseaba (decir que como muchos jóvenes de su edad tuvo que trabajar desde muy joven, lo que le impidió acceder a la carrera académica en su tiempo, pero sin embargo la desarrolló de forma muy brillante cuando llegó el momento oportuno). En fin, está bien expresar el reconocimiento hacia personas queridas, pero realmente este no era el objetivo, y además sé que le dará pudor al leerlo.
¿Cómo es nuestra relación artística? ¿Cuáles son sus mecanismos? Hay momentos en que uno tiene que reflexionar sobre estas cosas. Llevo trabajando con Vallejo desde el principio de una marera muy orgánica y poco planificada. No sé si se podría ver como uno de esos mecanismos naturales de relación simbiótica con carácter mutualista (“Interacción entre individuos de diferentes especies en la que ambos se benefician y mejoran su aptitud biológica”).
Jose y yo hemos cimentado nuestra amistad en un compartido compromiso con la experiencia artística y en una necesidad por el conocimiento, pero sobre todo en el disfrute vital que esto conlleva. Es el comisario de todos mis proyectos, y realmente soy incapaz de definir cuál es su labor (aparte, claro está, de la más evidente gestión de producción). Es difícil saber dónde empieza y acaba su trabajo. Sí que tenemos muy claro la actividad que desarrollamos cada uno y la confianza mutua hacia ella, alejada esta de los modelos asamblearios, siendo siempre partidarios de la responsabilidad individual del trabajo propio. Hemos desarrollado en varios proyectos un modelo de “charla” con el que poder fijar algunas de estas estrategias. Se pueden ver en las conversaciones realizadas para el libro de Vallejo POSTLOGOS, Reflexiones sobre la apreciación del arte en la actualidad, 2012, y en la publicación previa al estreno de DOS HECHOS, 2015. Otro modelo interesante fue el establecido anteriormente en TRES ESTANCIAS DE UN APARTAMENTO BURGUÉS –creo que una de las producciones más logradas-, y sobre todo GEOMETRÍA DEL DESCONCIERTO, LAS BACANTES, que a pesar de estar aún inédita, ha sido una ejemplo de como “el arte genera arte”, siendo un periodo realmente fructífero.
(Ver Geometría del Desconcierto/Ediciones, desarrollada junto a nuestro poeta favorito Juan Carlos Friebe, del que hablaré en otro momento)
Tengo la impresión de que hemos creado una, aunque suene cursi, familia artística, más allá de la amistad y creo que todo nuestro trabajo conjunto surge de lo que podría denominar una actividad filosófica, de reflexión general que va impregnándolo todo. Los problemas técnicos y de logística los tenemos tan claros que casi pasan inadvertidos. Se podría decir que realmente es una “Fiesta del Arte” en la que no importan presupuestos ni medios y en la que no es necesaria ninguna repercusión. He llegado a pensar que esta es una eficaz y satisfactoria manera de tener claro que lo que uno hace tiene sentido.
(Fotos cortesía de la grandísima Inma Puertas -las 3 primeras realizadas por Jesús García Latorre-)
“Intuitu personae” es una locución latina que significa «en función de la persona» o «respecto a la persona» o «en atención a la persona», atendiendo a las cualidades de la persona, utilizada para calificar una relación existente entre dos o más personas, o una determinada circunstancia, que no puede ser transportada o transferida a terceras personas (pues depende específicamente de la o las personas involucradas).