Tríptico de la Melancolía

TRÍPTICO DE LA MELANCOLÍA

Fotografía digital

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2022


Hagamos lo que hagamos,

seamos como seamos,

todo al cabo es brutalmente efímero.

Rafael Núñez Florencio, “Sobre la bilis negra o mal de Saturno”

 

Claudio Galeno Nicon de Pérgamo, más conocido simplemente como Galeno, uno de los médicos e investigadores más influyentes de la antigüedad (siglos II y III d.C. griego del Imperio Romano Oriental) es conocido fundamentalmente por desarrollar la teoría hipocrática (ya que fue discípulo de Hipócrates) de los cuatro humores o humorismo. En esta se plantea que la esencia de la vida está en el equilibrio corporal de los cuatro elementos fuego, aire, agua y tierra y sus cualidades calor, frio, húmedo y seco, que están presentes en las cuatro sustancias que forman el cuerpo humano: sangre, flema, bilis amarilla, bilis negra. El desequilibro de estas pueden causar enfermedades y en última instancia la muerte. La prevalencia de alguna de ellas determina un tipo de carácter: Sangre, de naturaleza sanguínea –activo y social-, flema, de naturaleza flemática (tranquilo, impasible), bilis amarilla, de naturaleza colérica (agresivo y ambicioso), bilis negra, de naturaleza melancólica (taciturno, pensativo, solitario).

Saturno.

Fue un dios griego y romano de origen etrusco (confundido muchas veces con Cronos) al que su hermano mayor Titán le ofreció la oportunidad de reinar en su lugar con la condición de que no tuviera descendencia. Casado con Rea (Ops) tuvo varios hijos que para cumplir el pacto con su hermano los devoró. Rea finalmente ante esa carnicería, decidió ocultar a sus nuevos hijos Júpiter, Neptuno y Plutón. Conocido el engaño por Titán, encerró al matrimonio hasta que, ya mayor Júpiter, derrotó a Titán y les devolvió la libertad y el reinado.

Saturno da nombre al séptimo astro de la teoría Ptolomeica en la que la Tierra era el centro del Universo y a su alrededor giraban siete planetas: la Luna, Mercurio, Venus, el Sol, Marte, Júpiter y por último Saturno, el más alejado de la Tierra.

Para intentar entender los temperamentos humanos, desde que se comenzó a observar el cielo ya se utilizó la astrología como herramienta de análisis, determinándose una influencia directa de los planetas en las personas, siendo algunos de estos astros beneficiosos y otros negativos. Saturno se identificó desde el principio como el gran Maleficus y como tal el causante del mal de melancolía.

Hoy, según la RAE, definimos a la melancolía, desde el punto de vista lexicológico, de la siguiente manera:

(Del lat. Tardío melancholĭa ‘atrabilis’, y este del gr. μελαγχολία melancholía)

1. f. Tristeza vaga, profunda, sosegada y permanente, nacida de causas físicas o morales, que hace que quien la padece no encuentre gusto ni diversión en nada.

2. f. Med. Monomanía en que dominan las afecciones morales tristes.

3. f. desus. Bilis negra o atrabilis.

Aristóteles identificaría el efecto de la bilis negra en ciertas personas que demostraban una capacidad creativa relevante, y en el temperamento taciturno de estas una propensión a la introspección y el análisis de la realidad. Este punto de vista del mesurado filósofo se ha convertido en uno de los lugares comunes en el análisis del arte en occidente. Aristóteles fue el primero que puso en relación la melancolía con el espíritu creativo y ya en el siglo XX se desarrolló esta relación con los interesantísimos estudios de Erwin Panofsky y posteriormente en el magnífico volumen de Rudolf y Margot Wittkower Nacidos bajo el influjo de Saturno: Genio y temperamento de los artistas desde la Antigüedad hasta la Revolución Francesa, en el que por ejemplo nos dicen que “Mercurio es el arquetipo de los hombres de acción, alegres y enérgicos. Según la tradición antigua, los artesanos, entre otros, nacen bajo su signo. Saturno es el planeta de los melancólicos, y los filósofos renacentistas descubrieron que los artistas emancipados de su tiempo mostraban las características del temperamento saturnino: eran contemplativos, meditabundos, recelosos, solitarios, creativos. En aquel crítico momento histórico nació la nueva imagen del artista alienado.”

La melancolía ha sido dibujada bajo un aparato simbólico bien definido. El mejor ejemplo, y siempre citado, es el maravilloso grabado de Alberto Durero Melancolía I (1514) en el que se contemplan todos los elementos iconográficos. Nos dice José Vallejo: “En ella (la estampa), una figura alada sentada sobre una roca o, lo que es lo mismo sobre la propia tierra, se sostiene la cabeza mediante el apoyo de la mandíbula en una de sus manos. Sus ojos, de aspecto saturnal, parecen penetrar en lo más profundo del pensamiento humano, tanto empírico como teórico. Es sin duda, un fabuloso retrato del temperamento melancólico y en él se establecen ciertas características que más tarde quedarán definidas por escrito en la Iconología de Cesare Ripa, donde la Melancolía se representa como una mujer vieja, sentada sobre una roca que, con ambas manos, se sujeta la mandíbula y acompañada de un arbolillo seco, sin hojas, definiendo del modo siguiente el propio concepto del temperamento: ‘En efecto, la Melancolía produce en los hombres los mismos resultados que la fuerza del invierno sobre los árboles y plantas, pues agitándolas con la nieve, vienen a quedar secas, estériles, desnudas, despojadas de todo y sin ninguna belleza. Del mismo modo, no hay nadie que no rehúya y no trate de esquivar, como la cosa más desagradable del mundo, el trato y conversación de los hombres melancólicos, siempre empeñados en poner su pensamiento en las cosas más difíciles o peores, que se hacen para ellos presentes y reales, dando lógicos signos de enormes dolores y tristezas’.” “Acidia Malinconia” Geometría del Desconcierto/Ediciones.

Pero, ¿podemos entender la melancolía como un efecto del carácter creativo, o una causa? Yo sobre esto tengo muchas dudas y preguntas sin respuesta aún.

En 2013 Geometría del Desconcierto publica una bonita edición de un poema de nuestro admirado Friedrich Nietzsche titulado An die Melancholie. En la maravillosa introducción “La Melancolía habla consigo misma”, Juan Carlos Friebe escribe:

Me complazco al verles languidecer día tras día desde la noche de los tiempos en la misma triste y desamparada pose, Estampa Maestra, descansando la cabeza sobre la mano izquierda, el codo en la rodilla, claudicantes ante la vida. Me deleita acariciar con mis alas umbrías sus pensamientos tenebrosos y envolverlos en un abrumador creciente eclipse, ensombreciéndolos, como la inquietante noche despliega sobre el mundo su manto y asuela sus idílicos valles arrancándoles ayes de dolor mientras apago, a mi gélido paso, cualquier rescoldo de consuelo alguno. Es hermoso destruirles y oír cómo sus suspiros se truecan en

                                                 sollozos.

(…)

¿Qué fue de cuantos me cantaron a lo largo y ancho de la historia de los hombres? ¿Qué de quienes vieron en mí a Saturno, que irremisiblemente devoraría a sus hijos? ¿Qué de quienes me reconocieron en Áyax o en la locura de Heracles? ¿Qué de quienes advirtieron en mí mi esencia destructora? ¿Qué de Aristóteles, de Teofrasto, de Hipócrates, de Areteo, de Marco Aurelio, de Galeno? ¿Y qué de quienes me atribuyeron la genialidad? ¿Qué de los idealistas, de los románticos? ¿Qué fue de todos aquellos que le precedieron?

(An die Melancholie / A la melancolía

Friedrich Nietzsche – Trad. Jesús Munarriz

Introducción Juan Carlos Friebe

Ilustraciones Jaime García

Geometría del Desconcierto/Ediciones, 2013)

Sabemos que Nietzsche estuvo muy enfermo y sus últimos años fueron terribles, inmerso en una profunda demencia. También tenemos claro que la vida de uno de los más portentosos pensadores de la “modernidad” fue en soledad y decepción. Una verdadera incapacidad de estar y compartir un espacio social debido a su radical postura ante la creación artística e intelectual. ¿Podemos decir que su estado melancólico se debe a esta situación o por el contrario tener ese “humor” es el causante de su estrategia creativa y de su relación con la realidad?

Esto de la influencia “saturniana” o de la bilis negra está superado por la ciencia actual (la teoría de los humores fue refutada definitivamente en 1858 tras la definición de la teoría de los gérmenes) y se considera ridículo. Lo que llamamos melancolía, hoy lo define el DSM-IV-TR (Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales), como una “depresión caracterizada por anhedonia grave, cualidad distinta del estado de ánimo, falta de reactividad a los estímulos, despertar precoz, empeoramiento por las mañanas, pérdida de peso, sentimientos de culpa, marcado retraso psicomotor o agitación y anorexia o pérdida importante de peso”, y suele ser aplacado con contundentes medicamentos -como la desvenlafaxina- denominados inhibidores de la recaptación de la serotonina y la noradrenalina (IRSN).

Quizá estos tratamientos alivien esa sensación de dolor ante lo incomprensible, que crea una desazón y desnortamiento vital, pero también puede aplacar la necesidad y determinación de acercarse a los límites de lo insondable, de lo inconmensurable que quizá sea la única función del arte.

Puede que los antiguos hicieran interpretaciones altamente “poéticas” y desde luego nada científicas (desde nuestra mirada actual), como la influencia de los astros o el desequilibrio de los fluidos esenciales, pero fueron muy conscientes de que había personas que “estaban” en la vida de otra manera, de una forma quizá más consciente de ciertas incertidumbres, quizá con un mayor desapego de la realidad o con la necesidad de crear otros mundos o simplemente con la de desaparecer de este. Aristóteles vio en el temperamento melancólico algo positivo, hoy lo intentan curar. No sé. Creo que no todos sentimos la realidad de la misma forma... y creo que a esto debemos muchas maravillas. Quizá este sea el legado de la melancolía.